domingo, 20 de febrero de 2011

Más realidad que sueño.


Lo dijo Dusko Ivanovik, entrenador del Caja Laboral, justo después de que Fernando San Emeterio anotase un dos más uno para ganarle por 3 a 0 la final de la ACB al Barcelona: "A veces, la realidad es tan bonita que supera a los sueños". Lo recuerdo bien porque he visto ese final repetido hace no mucho, a finales de diciembre en medio de la sierra madrileña y de una felicidad plena, más allá de una realidad navideña.

Es raro que yo cite al bueno de Dusko porque no me cae muy simpático la verdad, tenemos una manera bastante distinta de entender el baloncesto, pero he recordado esta frase estos días viendo el rendimiento, el éxito y el nivel que están dando los jugadores del Blancos de Rueda Valladolid que, tras ganar a Menora, están situados en la tercera posición de esa misma ACB, con siete victorias más que los equipos de descenso, supuesto objetivo inicial de un equipo modesto con uno de los presupuestos más bajos de la liga, y con tres más que el noveno en la tabla y fuera del playoff, objetivo para este equipo una vez que han llegado hasta aquí.

Clasificados para la Copa del Rey por primera vez y como cabezas de serie, con una ambición basada en el juego defensivo y desquiciante, desde el respeto y la humildad, sin malos gestos, sin chulería frente al contrario, con un equipo basado en jugadores hasta hoy secundarios de lujo, que destacaban en ligas menores, sin pretensiones, siendo ignorados por sus selecciones... le están haciendo cosquillas a los dinosaurios de esta competición. Y eso me hizo recordar la cita del bueno de Dusko y darme cuenta de que ni en los mejores sueños de estos jugadores ni de aquellos que tenemos simpatía por este equipo, esta situación se podía dar.

Pero ahí está la realidad, ganando por goleada al sueño. A veces la realidad en forma de vida nos da bofetadas que dejan de vuelta y media, que te cambian, que te anulan durante un tiempo... Pero hay otras ocasiones en las que los saltos al vacío salen bien, en los que te tiras a la piscina sin saber si cubre o no pero siempre puedes nadar un poco, sin golpes, sin ahogarte. A veces el valor tiene recompensa y otras los cobardes salen ganando.

Me lo dijo un compañero de equipo hace poco, mientras disfrutábamos de la cena de equipo que hace que jugar en Carbajales sea todo un lujo del que presumir. "La vida buena es cara, hay otras más baratas... pero no son vida". Quizá sea verdad. Mientras llegamos a tener para esa buena vida, juntamos monedillas en una hucha para poder darnos algún capricho de vez en cuando.

viernes, 21 de enero de 2011

Ramas y niebla




Depende de la densidad, de la luz existente, incluso del momento del año, pero, a veces, tanto las ramas como la niebla dificultan ver qué hay más allá, al final de la calle, al otro lado del parque, al cruzar el puente o, incluso, en la habitación de al lado.

En ocasiones, allí donde se intuye la penumbra es, precisamente, de donde emana una luz sorprendente, que indica que ese puente no marca ningún límite hacia la nada, sino que une calles de luces blancas con las de luces anaranjadas, que sirve de paso entre la niebla para aquellos que encontramos el descanso y la tranquilidad al otro lado.

Quizá hay un leve ápice de inspiración en noches en las que las ramas sin hojas, que esperan su poda pacientemente, dan un mayor interés a lo que ocultan.

Dicen que ahora vuelve el frío, cambiaremos de nuevo la niebla por las heladas. Habrá que guarecerse al calor de una buena imagen.

martes, 11 de enero de 2011

La Fuente del Sol



Ahora me parece un lugar lejano, casi olvidado entre recuerdos borrosos de hace no tanto tiempo. Quizá sea el cambio de ciudad, de gentes, de ambiente, de sueños... lo que hace que la Fuente del Sol no me parezca la pequeña colina que hay al lado de nuestra casa.

Cientos de paseos, de meriendas, de cumpleaños, de fiestas de fin de curso; el primer fuego con palos y, después, decenas de parrilladas, de fútbol entre los coches del aparcamiento, de risas y de una adolescencia con más inocencia que maldad.



A veces olvidamos que los minutos de ahora duran lo mismo que los de hace años; perdemos costumbres y dejamos que crezca en nosotros la idea de que "no tenemos tiempo" para las cosas que después añoramos.

Quizá este pequeño bosque acosado por la ciudad que le cerca es uno de esos sitios. Quizá esta primavera sea el momento de repescar algún recuerdo y coger un pedacito para crear otros nuevos.



lunes, 13 de diciembre de 2010

Los techos





No sé muy bien por qué pero los techos de las ciudades (obviamente inexistentes) suelen tener un cierto atractivo para vecinos y turistas. Saber cuál es el edificio más alto, el punto desde el que observar las mejores (o al menos las más elevadas) vistas de la ciudad, es algo que se resalta en todos los planos turísticos y que la gente conoce como curiosidad que sacar en alguna conversación.

Durante siglos no había, o al menos decían que no debía haberlo, ningún edificio más alto que la torre de la catedral de turno. Pero eso fue cambiando y quizá una de las mayores controversias fue la de la Torre Eiffel de París. Construida con la previsión de ser desmontada, el elevado coste de esa operación fue su salvación y se mantuvo en pie. Durante más de 30 años fue la construcción más alta del mundo, por lo que también era, obviamente el edificio más alto de París. Por primera vez una construcción se elevaba por encima de Notre Dame, un auténtico escándalo en su momento.

El Duque de Lerma es, sin duda, el techo de Valladolid. Abandonado durante años, siempre que lo miro recuerdo aquellos huecos sin ventanas y las pintadas gigantes reclamando el 0,7% (qué ha sido, por cierto, de una de las campañas solidarias más mediáticas durante años, qué fue de la Tasa Tobin, de ese 0,7% de las operaciones bursátiles y los presupuestos de los estados ricos para subsanar el desastre en el que viven los pobres?). Ahora, el Duque de Lerma es un bloque más de viviendas y si no fuese por su altura pasaría desapercibido en una cuidad con demasiados bloques impersonales.

A veces, para poder ver bien los techos de las ciudades hay que esforzarse, hay que subir, a su vez, a un punto alto desde el que poder observar aquello que está aún por encima de nosotros. En algunos casos, para llegar hasta allí, hay que pedalear por rampas que parecen paredes.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Primeros pasitos




A veces eres conscientes de cuándo los das, otras no. Pero están ahí, poco a poco sirven para que avances, más rápido o más despacio cada uno encuentra su ritmo, solo o en compañía, y vas diseñando el camino, por un paseo marítimo o de las calles de Fermoselle a las de León.

A veces esos pasitos generan cambios leves, casi insignificantes, parte de una ruta, livianos puntos de giro en una película que se alarga más de la cuenta. Otras, son como una ola rompiendo con fuerza contra el muro construido para cohibirla pero, al mismo tiempo, para mostrar la potencia que tiene.



A veces somos así, como una ola que en medio del mar no parece gran cosa, que solo resulta un leve movimiento, pero que cobra su esplendor al estamparse contra una barrera imprevista, contra un obstáculo que buscas superar como sea.

A veces los primeros pasitos no son cambios leves, a veces cambian completamente el camino, la dirección y el ritmo y se convierte en una carrera y hacia otro lugar antes impensable. Sin prisa, eso sí, avanzan seguros como un equipo que solo pierde un partido de nueve, como una alegría constante que se estabiliza y te hace ver normal lo que antes no concebías.

A veces, la potencia de una ola controlada te permite llegar muy lejos...

viernes, 5 de noviembre de 2010

Dibujar el futuro




Cada día tengo más claro que el futuro se dibuja poquito a poco en el presente, con cuidado, con cariño, con buena letra el que la tenga. Mientras tanto, mientras llega ese futuro que vamos quemando segundo a segundo, el porvenir queda dibujado en la línea del horizonte, allí duermen las palabras que serán dichas y escuchadas, allí donde decía Galeano que camina la utopía para que la sigamos persiguiendo.

En el caso del mar, la línea del horizonte a menudo se desdibuja con la del cielo, a veces parece que hay un agujero en ese mismo cielo por el que se van los sueños, otras los azules se entremezclan y dificultan distinguir el agua del lugar en el que duermen las nubes los días grises.



Quizá al final de ese horizonte hay una barca de papel que cuando se moja se hunde. O no se hunde y resulta que la barca no era de papel y te das cuenta de cómo una pequeña emoción a la que no le das importancia va creciendo y se torna en un gratamente imparable sentimiento, como si se tratase de una mariposa que aletea y desata un huracán en la otra punta del mundo.

A veces, en una nueva etapa sientes que estás en esa calle que te lleva siempre al sitio al que quieres llegar, a una península sin bandera en la que te sientes libre, me gusta como...

Algo de todo esto pasa ahora, algo así respiro en una semana sin nubes en la que el tiempo se dilata y se contrae entorno a lugares fascinantes que no tienen nada que ver con lo que eran horas atrás.

Y aquí empieza una aventura única, un proyecto ilusionante, lleno de esperanzas e inquietudes, las fotos de mi hermana adolescente que se está haciendo adulta en cada enfoque rodeadas de estas tímidas palabras que ahora están entusiasmadas al haber encontrado, al fin, una inspiración con la que dibujar el futuro.